Adaptación, educación y evolución

Una mirada hacia el aprendizaje en la nueva revolución tecnológica.

Por Sócrates Sánchez
CDMX, Diciembre 2016

Adaptación

Vaya mundo en el que vivimos. Rápida, ágil, competitiva y con un decadente sentido de la tradición, esta fase de la Contemporaneidad se ha caracterizado por ofrecernos una realidad que parece incapaz de complacer a cualquiera de las generaciones que la habitan.

Los halagos desmedidos parecen regalarse con la misma facilidad con la que aparecen fuertes insultos e incoherentes frases de repudio cuando en cualquier mesa del país se entablan juicios de valor sobre las volátiles características de nuestra «era digital».

Esta exagerada disparidad es un claro síntoma de la desconexión que paradójicamente existe entre creador y creación. Pues la inventada revolución tecnológica digital ha llegado hasta el más recóndito rincón de nuestra realidad –e incluso aparenta ser el repositorio de la esperanza de progreso para la especie– y con ella, arribó un frenético estilo de vida que entra en conflicto directo con nuestra naturaleza.

¿Por qué nuestra naturaleza? Explico: sin duda nuestra especie ha sido una de las máximas representantes de los fenómenos de adaptación a lo largo de su historia, pero con ayuda de un análisis cuidadoso sobre nuestro pasado, podemos encontrar un profundo apego al equilibrio y la estabilidad y una constante desconfianza hacia fenómenos que alteren el status quo. Somos animales que gustan de la tradición y en su mayoría disfrutamos recordarla, respetarla, ponerla en práctica y, sobretodo, defenderla.

Es en esta cualidad aparentemente escrita en los genes de la especie donde radica la explicación al sentimiento de confusión que constantemente inspira nuestra actualidad: muy en el fondo anhelamos la tranquilidad de la cotidianidad, el aburrimiento de la costumbre; y, en contraste, nuestra realidad actual nos exige procesos de adaptación demasiado veloces.

Sin embargo, como especie parecemos dispuestos a luchar contra nuestra naturaleza –como hemos venido haciendo desde que usamos la tan halagada consciencia– y diariamente nos damos a la tarea de absorber cantidades gigantescas de información para mantenernos al día con la vorágine.

Publicaciones en redes sociales de nuestra n cantidad de «amigos», noticias sobre eventos que suceden del otro lado del planeta, adelantos de productos que aún no existen, nuevos modelos de nuestros gadgets predilectos y actualizaciones para el software que los rige cada escasos meses...La lista sigue y es larguísima, al grado de que es muy seguro afirmar que invertimos más tiempo a la búsqueda, absorción, procesamiento, discusión y reflexión de esta nueva información, que en contacto con la realidad no digital.

Sin tener siquiera medio siglo en contacto con el internet y con el acceso generalizado a dispositivos computarizados, aparentemente hemos logrado cambiar nuestra naturaleza; y esto me inspira mucho... miedo.

Independientemente de la sensación que esta reflexión pueda generar, la realidad es que el ser humano de hace medio siglo inició un proceso de transformación de su realidad y el éxito logrado en esa empresa nos ha legado ahora la tarea de adaptarnos a sus nuevas condiciones.

Aunque debemos reconocer que en algunos aspectos hemos logrado completar esta adaptación con cierta facilidad y naturalidad, en muchos otros el camino ha sido más complejo, e incluso existen algunos en los que –por motivos un tanto oscuros– los intentos han sido esporádicos y carentes de sentido, dirección y objetividad. Tristemente, la educación en particular es una de las facetas de la actualidad que no ha gozado de una transición idónea hacia esta nueva era.

Día con día, millones de jóvenes estudiantes palpan una revolución tecnológica que ha llegado a múltiples rasgos de su vida. Utilizan su smartphone para entablar conversaciones con mayor frecuencia que sus cuerdas vocales, se guían con alto grado de éxito por la ciudad sin conocerla profundamente y sus pasatiempos dependen más de una pantalla que de un balón.

Las nuevas generaciones incluso podemos presumir que vivimos un proceso jamás visto en la historia de la humanidad: los inventos que han sido producto de las mentes más creativas de la ciencia ficción han sido incorporados paulatinamente a nuestra vida cotidiana; convirtiéndonos así en testigos y partícipes del proceso de metamorfosis de nuestro modus vivendi.

Educación

Ay, la educación...Historiadores, antropólogos, psicólogos y sociólogos tienen una ardua tarea: averiguar cómo, ante los ojos de la actualidad occidental, el concepto educación y todas sus expresiones (estudiantes, instituciones, educadores y pedagogos) han dejado de conformar a un proceso formativo de valía inconmensurable, para transformarse en un aspecto cotidiano e insulso para vastos sectores de la juventud.

La respuesta a esta interrogante sinceramente me excede, sin embargo, sí podemos apreciar, sin necesidad de un análisis exhaustivo, que la forma en la que los maestros intentamos aproximarnos a nuestros alumnos ya no cuadra con el estilo que ellos utilizan para relacionarse con su realidad. No utilizamos un idioma distinto, pero sí lo utilizamos de una manera que ellos sienten...diferente.

Si el uso de medios tecnológicos forma parte esencial de las vidas de las personas que están [por voluntad propia o motivadas por el camino «correcto» y «benéfico» que la sociedad ha creado para ellas] inmiscuidas en cualquier proceso educativo, es indispensable aceptar esta nueva condición de los educandos y, de la misma manera que hemos hecho con muchos otros compositores de la sociedad, como especie adaptarnos a sus circunstancias.

Siguiendo la idea anterior, después de haber intentado luchar contra la adopción de la tecnología en nuestros salones de clases –y fracasar rotundamente en el intento–, la tarea de todos los educadores debe ser ahora transformarla en nuestra gran aliada; moldearla para que, en vez de ser fundamentalmente un agente distractor, se convierta en la mejor compañera de nuestros estudiantes. Este es el gran reto académico de nuestra generación.

El largo camino hacia la recuperación: del interés por el conocimiento, del amor por la academia y de la pasión por la enseñanza, debe iniciar con un profundo análisis del sistema pedagógico que estructura al aprendizaje hoy en día.

Esta introspectiva necesita generar una fuerte sacudida al sistema. Todos los involucrados en la construcción de la enseñanza y en la difusión del conocimiento necesitamos regresar a la «mesa de las ideas» y sólo salir de ella hasta que logremos encontrar una solución a nuestro problema, hasta que hayamos logrado adaptar a nuestro medio –y de paso a nosotros mismos– a las exigencias de los nuevos estudiantes.

Después de un largo y cansado proceso por el que han circulado ideas, se han generado y derrumbado proyectos, se han cometido múltiples errores y se ha logrado su corrección, y se ha recurrido a innumerables consultores, al fin creo haber identificado los puntos clave de esta nueva realidad educativa y por medio de la imaginación e inventiva junto a mi equipo de trabajo les hemos convertido en los pilares de una nueva educación.

El problema más escandaloso se fundamenta por la relación: exceso de estudiantes/falta de profesores. Pues una buena parte de la descomunal cantidad de gente que habita el planeta eventualmente requerirá pasar por algún proceso educativo, y éste, hoy en día sólo se entiende en simbiosis con la supervisión, orientación, apoyo y dirección de un maestro humano.

El meollo del asunto es que en el pasado no fuimos capaces de prever las consecuencias que la brutal explosión demográfica tendría sobre el modelo educativo. Y, por ende, no se generó el número de educadores necesario para satisfacer la demanda de enseñanza que hoy nos abruma cada vez con mayor intensidad.

Enseñar es una rara y especial vocación. Su presencia en un individuo le brinda el conjunto de cualidades básicas que, bajo el correcto desarrollo, le permitirán convertirse en un maestro excepcional. Sin embargo, sin el conjunto de atributos indicado, ni el mejor proceso de capacitación logrará generar a un mentor notable. Indudablemente es posible formar a una nueva generación de educadores funcionales, pero sólo los profesores de vocación serán capaces de romper los paradigmas de desinterés y apatía y revivir en sus estudiantes el hambre por el conocimiento.

Las singularidades de nuestra actualidad nos obligan a buscar alternativas a esta enseñanza «artesanal», pero, afortunadamente, no nos abandonan en la empresa, pues también ponen en nuestras manos al poder íntegro de la innovación tecnológica y su prácticamente infinito potencial para generar una solución a la problemática educativa digna de los tratados más revolucionarios de la ciencia ficción.

Evolución

Reflexionemos...¿Qué sucedería si, en vez de preocuparnos por el proceso individual de formación de educadores, nos dedicáramos a reunir todo el bagaje que los mejores maestros han reunido gracias a su especialización y experiencia, para luego traducir este acervo de sabiduría a un compilado de información que pudiéramos enseñar a una computadora?

Seguramente mucho antes de que la sensación de sorpresa inunde tu pensamiento y los procesos de evaluación sobre las ventajas y las problemáticas de la propuesta se desaten en tus esquemas morales y éticos, la hesitación sobre el aterrizaje a la realidad de tan disparatada propuesta ha asaltado tu mente. Ante esto sólo puedo celebrar que Σοφια, nombre con el que bautizamos al primer intento en alcanzar este utópico objetivo, se ha vuelto una realidad desde hace unos meses y las primeras impresiones de estudiantes, educadores, instituciones e incluso personas que no forman parte directa del círculo académico, son muy alentadoras.

Nos dedicamos a imaginar un sistema que renovara la hoy desgastada relación entre profesores, alumnos y conocimiento. El apoyo de una computadora obediente, un software robusto, detallado y un medio de difusión amable, propagado y cotidiano, en definitiva puede solventar muchos de los bemoles que hoy están presentes en los salones de clases:
• Particularizar el lenguaje que permite la relación entre estudiantes, profesores y conocimiento.
• Creatividad en la presentación gráfica a través del uso de la pantalla táctil y una infinidad de colores, animaciones y movimiento de objetos.
• Con la aportación de experimentados profesores y diversos especialistas en múltiples ámbitos, su estilo discursivo, sus métodos de enseñanza y sus estrategias pedagógicas son producto de una unificación sin precedentes.
• Una nueva clase de profesor: paciencia para explicar de manera específica para las condiciones de su aprendiz, pues aprenderá de él los caminos pedagógicos más accesibles y poco a poco se adaptará a sus cualidades y defectos.
• Siempre disponible para el alumnado, sin importar la hora, el lugar o las circunstancias.

Bajo estas condiciones podríamos entrenar a millones de profesores digitales en menos del tiempo que nos llevaría instruir a una nueva generación de educadores humanos. Y aunque es hoy imposible pensar que los homólogos computarizados alcancen el grado de inventiva, reacción y especialización que sí tenemos los maestros de «carne y hueso», sin duda serán el apoyo que necesitamos para podernos concentrar: en los casos más complejos de deficiencia de aprendizaje, en la constante generación de nuevo material educativo y en el perenne trabajo de innovación en todos los aspectos posibles de la enseñanza.

Los profesores digitales podrán ser portadores y divulgadores del conocimiento hasta en el rincón más recóndito del planeta y poco a poco se deben convertir en la herramienta más útil para los múltiples estudiantes que tienen un hambre descomunal por el saber.

Dejando atrás los límites y frenos de la educación como la conocemos hoy en día abrirán un nuevo panorama de aprendizaje cuyo confín será definido sólo por el deseo de cada estudiante por aprender, procesar y crear.

Aún hay un largo camino por delante y seguramente nos esperan retos y dificultades que hoy somos incapaces de visualizar, pero confío que este proyecto tiene el potencial para cambiarle la cara a la educación; es capaz de acercarla al ideal de muchos teóricos del siglo pasado…el aprendizaje autónomo.